Pujol en su tinta "Dibujos satíricos 1977-2003"

Sinopsis
Cuando yo aún no me afeitaba, Jordi Pujol era un nombre pin tado en las paredes: Se dijo que lo habían encerrado por cantar en el Palau de la Música fuera de programa; cosa muy mal vista entonces, sobre todo por hacerlo en el día en que unos peces gordos del régimen visitaban la casa.
La leyenda del agitado antifranquista corría, y muchos vieron en él a un Braveheart con corbata. A mí me tocó dibujarlo a mediados de los setenta, cuando nuestro héroe simpatizaba con el socialismo sueco y se lanzaba hacia la presidencia de la Generalitat, de donde no saldría hasta 23 años después. En ese tiempo hemos visto todas sus caras, hasta convertirse para muchos en alguien cercano, en el pariente sabelotodo que aconseja y dirige la familia, aunque a veces tenga que reñir, porque él "ya sabe lo que nos conviene".
Cuando me preguntan "¿y ahora, los dibujantes qué haréis sin Pujol?", pienso que no saben que hay muchos Pujol que pugnan por salir y que, para verlos y conocerlos, sólo falta que se sienten en el sillón de mando.
A veces envidio a los ciudadanos de Suiza, algunos de los cuales no saben ni el nombre del dirigente de su país, que funciona sin sobresaltos, como un reloj; aunque, claro, los hu moristas allí lo deben tener más crudo.