Guía espiritual de Castilla.

Sinopsis
GUÍA ESPIRITUAL DE CASTILLA cioso es un espléndido espléndido regalo, también es pre una -muy peculiar- guía de Castilla, no para uso del turista convencional, sí del lector viajero que desee ser guiado un trecho y después ande por sí mismo el resto y se dirija donde su sensibilidad le lleve. Mas con ser todo lo anterior mucho, ¿da idea suficiente de lo que el libro en realidad es? No. José Jiménez Lozano nos dice que no intenta resolver en él algo así como el problema de Castilla, y es verdad. Espera, sin embargo, ofrecernos algunas claves y mediaciones para acercarse a las expresiones del arte o de la vida misma de nuestro pasado.
Esta Castilla es, ante todo, la Castilla de José Jiménez Lozano. Guía espiritual, en lo muy hondo, de José Jiménez Lozano en su circunstancia, en su entorno natural y cultural propio. José Jiménez Lozano, que no es académicamente historiador, es el más profundo discípulo que ha tenido y podía tener don Américo Castro. Tanto que este libro podría haberse titulado Castilla en su historia. Él es un Américo Castro mucho más que de la historia de la intrahistoria de Castilla, de su milenaria cotidianeidad, de su arte usadero, popular, de la vida de la gente llana de esta tierra. Y sobre todo, del cruce de las tres naciones -cristianos, moros y judíos- en el que Castilla consiste o consistió: África en Europa, islam cristianizado , sí, como dijo Asín Palacios, pero también cristianismo islamizado , de frontera, de convivencia, contagio, fusión y más tarde contradicción e inquisición. Jiménez Lozano admira, y mucho, a Teresa Sánchez (santa Teresa), pero, sin ninguna duda, mucho más a gusto que con las pretensiones de hidalguía de su judía familia, se encuentra en el entorno islamizado de Juan de Yepes (san Juan de la Cruz), simple, humilde, depauperado, de pobres tejedores.
Y es desde esta perspectiva, popular en el mejor sentido de la palabra, como la mirada despaciosa y atenta y la fina sensibilidad del autor, captan el sentido último del pequeño monasterio de San Baudelio de Berlanga y los libros que llevan el extraño nombre de Beatos ; el románico de ladrillo, mudéjar o sencillamente islámico; la teología esculpida, menor de pretensión, pero no en hondura, a veces lúbrica y con frecuencia burlesca y lúdica; el cisterciense castellano, bello por lo que no hay en él ; el gótico comunal de los grandes municipios o pequeñas ciudades de Castilla; la afinidad oriental y, por tanto, para la lectura de la Biblia de nuestros escrituristas del siglo XVI; la gravedad inmensa del Cristo de las Claras, de Palencia, el cristo de tierra que no resucita, y la del resucitado que está en Covarrubias tan tremendo como aquél.
Y, sin embargo, el libro, claro está, no tiene bibliografía, no es erudito, el saber va por dentro; por fuera, sólo el mirar, sentir y bien decir. Sí lleva, en cambio, y en buena parte es, fotografía. El texto y su fotográfica iluminación constituyen un único y muy hermoso libro