Antes del salto

Sinopsis
A partir del recuerdo de un caballo,
Marta San Miguel debuta en la novela con una emocionante historia
sobre la memoria y el olvido, sobre
la familia y las renuncias.
Una mujer se muda a Lisboa con su familia, y en el vuelo que
los lleva a la ciudad donde van a vivir durante un año, se da
cuenta de que no ha cogido una fotografía. Lo que en principio parece un descuido intrascendente, despierta en ella la inquietud de que en realidad se haya dejado algo más. ¿En qué
nos convertimos cuando olvidamos lo que fuimos, lo que nos
llenaba, lo que proyectábamos ser? Con un portátil al que le
falta una tecla y una mesa de Ikea, la protagonista empieza
a revelar la misteriosa imagen de un caballo, en medio de
una ciudad que intenta recordarse a sí misma entre turistas y
andamios. A medida que sus recuerdos ganan nitidez, ella se
reencontrará con todos los olvidos que acumula.
Antes del salto es la historia de una reconstrucción: la de la
identidad diluida por el tiempo y la rutina. El texto invita a
reflexionar sobre la importancia de los apegos familiares, la
maternidad o las renuncias, mientras reivindica la memoria
como el único espacio donde aún existimos realmente.
Montar por primera vez un caballo es como comprobar las
dinámicas de un beso. Acostumbrada al piafé de mi lunático,
que en vez de andar pisaba hormigas, los pasos de Quessant
eran como pequeños descensos en tobogán que tardaban en
concluir y desencajaban tu equilibrio. Cogí las riendas más
cortas y su cabeza se colocó. El cuello dibujó un colosal muro
de pelo y músculo. Empezamos a trotar. Mamá estaba de pie,
con un brazo cruzado sobre su tripa sujetando el otro codo,
como si el cigarro que sostenía esa mano le pesara. En una
de las vueltas, en chándal y en playeras, me quedé sentada y
Quessant empezó a galopar. Le silbaba desde arriba, como
diciéndole soy yo, la de las zanahorias.
( )
Su cuerpo era más ancho que el del lunático. También el
espacio entre las orejas y la altura a la que llevaba las orejas,
siempre pinadas, con ese punto insolente que tienen los caballos enteros, solo que él estaba castrado. No miré a nadie
ni pedí permiso para quedarme sentada en una de las vueltas y dejar que pasara lo que iba a pasar; que se pusiera al
galope. Cada tranco era interminable y como si cada paso
fuera bajar por ese tobogán, me deslizaba en chándal por
una silla de cuero que no era mía. Todo era nuevo, hasta el
viento que me daba a esa altura en la cara.
Contar lo complejo de manera
sencilla es muy difícil, y Marta San Miguel lo consigue con
exquisita precisión de cirujano,
diseccionando cada detalle de la
realidad con tino y delicadeza.
Marta Jiménez Serrano
Un libro magnífico (...) Imposible calcular la fuerza y frescura que da el animal al libro,
pero es mucha. Es un caballo de
salto, que a su vez es un caballo
de Troya. Juan Tallón