Juan Pablo II habla de la Virgen

Sinopsis
Cuando en la tarde del día 16 de octubre de 1978 los medios de comunicación difundieron la noticia de la elección del cardenal Karol Wojtyla como sucesor de San Pedro en la Sede de Roma, hubo un hecho que llamó la atención de los católicos desde el primer momento. En las breves palabras de presentación que el nuevo Papa dirigía a los fieles congregados expectantes en la plaza de San Pedro, el nombre de la Santísima Virgen había si do pronunciado por dos veces. El nuevo Papa, primero no italiano en más de cuatro siglos, se vislumbraba como un Papa mariano. A medida que se fue conociendo mejor su figura, esas prime ras impresiones se fueron consolidando.
Efectivamente, al afrontar su difícil misión, el Obispo de Roma no oculta sus temores, pero tampoco su firme confianza en la Santísima Virgen. A1 concluir el texto programático el Papa Wojtyla decía: "En esta hora que hace temblar, no podemos me nos de dirigir, con filial devoción, nuestra mente a la Virgen María, que siempre vive y actúa como Madre en el misterio de Cristo y de la Iglesia, repitiendo las dulces palabras totus tuus -"todo tuyo"-, que hace veinte años escribimos en nuestro cora zón y en nuestro escudo, con motivo de nuestra ordenación epis copal".
Esta breve referencia a la Santísima Virgen, además de im plicar una confiada invocación a la Madre de Dios y de la Iglesia, expresa que el nuevo Papa era plenamente consciente del papel decisivo que María había tenido en su vida. Evocar el lema de su escudo episcopal -totus tuus- símbolo de su total consagración a la Señora, y calificar esa fórmula de esclavitud total mariana como dulce binomio, manifiesta la íntima y entrañable vivencia de haberse abandonado filialmente y haberse visto con creces correspondido y protegido.
Pronto se pudo observar que el tono de sus intervenciones doctrinales adquiría unas flexiones peculiares cuando hacía refe rencia a la Santísima Virgen. La enseñanza del Papa polaco resul ta siempre profunda y compendiosa y por eso mismo, en algún caso, exige relectura y un cierto esfuerzo mental. En cambio, cuando Juan Pablo II orienta sus reflexiones hacía la Santísima Virgen, sus modos de expresión, además de responder a una con cepción mariológica de la más pura calidad teológica, resultan exponente de su íntima vivencia personal llegando a herir cl cora zón del oyente o del lector.